Escobas voladoras by Ann Jungman

Escobas voladoras by Ann Jungman

autor:Ann Jungman
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil
publicado: 1990-08-09T22:00:00+00:00


4

La noche de la inauguración

La abuela convocó reuniones de las asociaciones de jubilados e inquilinos para explicarles el maravilloso servicio que Mabel y Ethel ofrecían. Hubo quien puso reparos a que unas brujas circularan por el barrio, pero la abuela les aseguró que Ethel y Mabel habían renunciado definitivamente a hacer cosas malas, y que sólo utilizarían sus habilidades especiales para ayudar a la gente. Finalmente, decidieron dar a las brujas una oportunidad el viernes siguiente.

Cuando llegó el momento, todo estaba a punto. Joe había pedido prestados todos los magnetófonos posibles y había grabado la impresionante música de la Obertura de Guillermo Tell para acompañar el vuelo inaugural. Lucy había ido de piso en piso para convencer a la gente de la necesidad de encender las luces a las siete de la tarde.

Al aproximarse esa hora, casi todos los vecinos estaban asomados a sus ventanas para ver qué ocurriría. Mabel y Ethel se cepillaron los largos cabellos negros y, luego, se pusieron los altos y relucientes sombreros también negros.

—Faltan cinco minutos —señaló Jackie—. ¿Estáis nerviosas?

—Yo no —contestó Mabel—. Tengo ganas de que llegue el momento. ¡Al fin triunfaremos!

De repente oyeron un grito de Ethel.

—¡Domínate, caramba! —dijo Mabel a su hermana severamente—. ¡No podemos permitirnos perder los nervios precisamente esta noche, cuando todo el mundo nos ha ayudado tanto!

—¡¡Nuestras escobas...!! —chilló Ethel—. ¡Han desaparecido!

—¡Oh, no...! —dijo Mabel.

—¿Qué vamos a hacer? —intervino Joe—. ¡Todos los vecinos os esperan!

—Esto es cosa de Maud —dijo Mabel—. Me estaba preguntando cuándo atacaría... Entre todos los trucos más viles, ¡tenía que elegir éste...!

Entonces oyeron en lo alto una risa semejante a un cacareo. Levantaron la vista y...allá estaba Maud, con los cabellos agitados por el viento, montada en su escoba y con las otras dos en su mano.

—¿Qué esperabais, mis queridas hermanas? ¡Yo soy todavía una bruja mala! ¿Creíais que iba a jugar limpio? Sois aún más tontas de lo que suponía. Bien, ya podéis iniciar vuestro pequeño negocio. ¡Me gustará ver cuántos clientes tendréis, si los dejáis plantados el primer día!

—¡Baja en seguida y devuélvenos las escobas, Maud!

—¿Yo? ¡Jamás! —replicó Maud, desafiante—. ¡No permitiré que utilicéis las artes de brujería para ayudar a la gente!



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